El olor de la entrada de la casa me devuelve a mi adolescencia. Subo dos tramos de escalera, en compañía de su hija mayor y, en la salida de la derecha, me espera Pepe, junto a su mujer Pilar y a su hija pequeña.
Desde el primer momento su mirada me indica lo que va a ser la entrevista. Una curiosa mezcla de prodigiosa memoria, prudencia y, esa manera de decir las cosas que tienen las personas reposadas, sensatas y justas.
La caja de las fotos, como la reliquia que es, llega a la mesa. Es una de tantas latas de Cola Cao de este país, que están preñadas de historias de vida.
Mientras las fotos inundan la mesa, como el Guadalquivir las marismas, mis ojos excitados, buscan con avidez una cuadrilla de plantaores, un charrasco o dos percherones cargados de arroz.
Casi sin darme cuenta mi mirada se cruza con la de Pepe. En el extremo opuesto de la mesa camilla él ya se ha quitado las gafas de cerca y, sin dejar de recolocar, una y otra vez, el cristal de sobremesa, sus ojos me dicen que el ansia por contarme su historia se está haciendo presente, que la incertidumbre empieza a ponerlo nervioso, que ya está preparado….
Imagino que mientras las fotos pasan de mano en mano, Pepe ha aprovechado para hacer un ejercicio de concentración, ese ejercicio que necesita todo deportistas antes de iniciar una prueba.
“Yo corría los 100 metros en 13 segundos, siempre me ha gustado mucho el deporte”
Y así, poco a poco, la conversación va abandonando las fotos para recorrer el camino, en un escenario ya más íntimo, que nos lleva a su memoria.
Leer el relato completo en http://sites.google.com/site/historiasdeislamayor/
Desde el primer momento su mirada me indica lo que va a ser la entrevista. Una curiosa mezcla de prodigiosa memoria, prudencia y, esa manera de decir las cosas que tienen las personas reposadas, sensatas y justas.
La caja de las fotos, como la reliquia que es, llega a la mesa. Es una de tantas latas de Cola Cao de este país, que están preñadas de historias de vida.
Mientras las fotos inundan la mesa, como el Guadalquivir las marismas, mis ojos excitados, buscan con avidez una cuadrilla de plantaores, un charrasco o dos percherones cargados de arroz.
Casi sin darme cuenta mi mirada se cruza con la de Pepe. En el extremo opuesto de la mesa camilla él ya se ha quitado las gafas de cerca y, sin dejar de recolocar, una y otra vez, el cristal de sobremesa, sus ojos me dicen que el ansia por contarme su historia se está haciendo presente, que la incertidumbre empieza a ponerlo nervioso, que ya está preparado….
Imagino que mientras las fotos pasan de mano en mano, Pepe ha aprovechado para hacer un ejercicio de concentración, ese ejercicio que necesita todo deportistas antes de iniciar una prueba.
“Yo corría los 100 metros en 13 segundos, siempre me ha gustado mucho el deporte”
Y así, poco a poco, la conversación va abandonando las fotos para recorrer el camino, en un escenario ya más íntimo, que nos lleva a su memoria.
Leer el relato completo en http://sites.google.com/site/historiasdeislamayor/
3 comentarios:
yo también me tendría que animar a contar mi historia, un día de estos prometo contartela para que la escribas. Me ha gustado mucho esta. Un Abrazo
me ha encando la historia, estoy deseando ver la siguiente. Además me ha recordado apellidos que tenía olvidados pero que había oído en Alfonso como el "Grau"
Muchas Gracias a todos. desde la lejanía leer estas historias me acerca a conocer mucho mejor mis raices.
Un abrazo a todos.
Espero tener esta semana la siguiente entrevista con Pepe, yo también estoy deseando escucharle de nuevo es un verdadero placer.
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