Hace unos años, al pasar por Puebla, reconocí a un señor del pueblo en la parada del autobús. Lo reconocí porque se sentaba con el abuelo Mariano en el Parque Rafael Beca.
-Va usted para la Isla, si quiere se puede venir conmigo.
El hombre aceptó, pero sólo después de reconocerme, y es que hay miedos que no se quitan en toda la vida.
“Mira, yo no es que desconfíe de nadie, sabe usted, pero es que ha pasado uno tanto en esta vida”
Después de pedirle que no me hablara de usted entablé con él conversación.
-¿De dónde viene usted?
-Vengo del médico
- ¿y ha ido usted sólo?
- Sólo, yo siempre he estado sólo….
Y tras un breve silencio empezó a contar su historia, la historia de una de tantas personas que llegaron a la Isla.
“ Yo soy de un pueblo de Extremadura, tenía 13 años cuando estalló el movimiento. Mi padre y mi hermano mayor fueron enseguida movilizados. Un hermano de mi padre vino a buscarme de noche y me dijo –toma esta talega con algo de comida y huye al monte-. Me acompañó hasta uno de los cerros que había en los alrededores de mi pueblo y allí pasé toda la guerra, cuidando los cochinos de mi tío. Un buen día, yo no sé ni cuanto tiempo había pasado mi tío vino a darme noticias de mi familia, todos habían muerto. Me acompañó a la carretera que bajaba para Andalucía y me dijo –sigue esta carretera, me han contado que te encontrarás con muchas personas que se dirigen a un lugar llamado la Isla. Camina junto a ellos y no cuentes a nadie quién eres ni de donde vienes. Diles que no recuerdas nada, que te diste un golpe en la cabeza y no recuerdas nada. Era cierto lo que me dijo mi tío, eran muchas las personas que bajaban desde Extremadura, de Huelva e incluso algunos portugueses, todos íbamos buscando lo mismo, un lugar donde poder trabajar y olvidar.
Cuando llegues a la Isla, me dijo mi tío, busca trabajo, allí dicen que hay mucho trabajo y que no hacen muchas preguntas-. Y así fue como llegué a este pueblo y desde entonces aquí sigo, y sigo como llegué sólo. He trabajado en todos los trabajos que había en la Isla, en las planteras, arrancando garbas, plantando, con el charrasco, con las bestias, en la estiba, vamos en todos los trabajos”
“Aquí en la Isla hemos pasado mucho. Trabajamos de sol a sol, con un fango horroroso, no como el de ahora, ahora ya no hay fango. Dormíamos en la pared de la papelera, cientos de criaturitas tapadas con sacos de arroz. Los mosquitos nos comían vivos. La gente se moría de paludismo. Raro el día que no aparecía una persona muerta en la paja de la papelera. La gente le daba calentura y se metían al calor de la paja y allí se morían. Fue muy duro, pero mira hemos llegado vivo hasta aquí. Muy duro, sobrevivir en la Isla era muy duro, pero ¿a dónde iba a ir yo? No tenía ni padre, ni madre, ni hermanos, y mi tío, mi tío me dijo que no le escribiera que ya me buscaría él cuando todo estuviera más tranquilo. Nunca supe nada más de él…”
Un día pregunté a mi padre quién se había muerto y me dijo que fue él, uno de tantos niños que llegaron a la Isla, niños ¿fueron niños…?.
-Va usted para la Isla, si quiere se puede venir conmigo.
El hombre aceptó, pero sólo después de reconocerme, y es que hay miedos que no se quitan en toda la vida.
“Mira, yo no es que desconfíe de nadie, sabe usted, pero es que ha pasado uno tanto en esta vida”
Después de pedirle que no me hablara de usted entablé con él conversación.
-¿De dónde viene usted?
-Vengo del médico
- ¿y ha ido usted sólo?
- Sólo, yo siempre he estado sólo….
Y tras un breve silencio empezó a contar su historia, la historia de una de tantas personas que llegaron a la Isla.
“ Yo soy de un pueblo de Extremadura, tenía 13 años cuando estalló el movimiento. Mi padre y mi hermano mayor fueron enseguida movilizados. Un hermano de mi padre vino a buscarme de noche y me dijo –toma esta talega con algo de comida y huye al monte-. Me acompañó hasta uno de los cerros que había en los alrededores de mi pueblo y allí pasé toda la guerra, cuidando los cochinos de mi tío. Un buen día, yo no sé ni cuanto tiempo había pasado mi tío vino a darme noticias de mi familia, todos habían muerto. Me acompañó a la carretera que bajaba para Andalucía y me dijo –sigue esta carretera, me han contado que te encontrarás con muchas personas que se dirigen a un lugar llamado la Isla. Camina junto a ellos y no cuentes a nadie quién eres ni de donde vienes. Diles que no recuerdas nada, que te diste un golpe en la cabeza y no recuerdas nada. Era cierto lo que me dijo mi tío, eran muchas las personas que bajaban desde Extremadura, de Huelva e incluso algunos portugueses, todos íbamos buscando lo mismo, un lugar donde poder trabajar y olvidar.
Cuando llegues a la Isla, me dijo mi tío, busca trabajo, allí dicen que hay mucho trabajo y que no hacen muchas preguntas-. Y así fue como llegué a este pueblo y desde entonces aquí sigo, y sigo como llegué sólo. He trabajado en todos los trabajos que había en la Isla, en las planteras, arrancando garbas, plantando, con el charrasco, con las bestias, en la estiba, vamos en todos los trabajos”
“Aquí en la Isla hemos pasado mucho. Trabajamos de sol a sol, con un fango horroroso, no como el de ahora, ahora ya no hay fango. Dormíamos en la pared de la papelera, cientos de criaturitas tapadas con sacos de arroz. Los mosquitos nos comían vivos. La gente se moría de paludismo. Raro el día que no aparecía una persona muerta en la paja de la papelera. La gente le daba calentura y se metían al calor de la paja y allí se morían. Fue muy duro, pero mira hemos llegado vivo hasta aquí. Muy duro, sobrevivir en la Isla era muy duro, pero ¿a dónde iba a ir yo? No tenía ni padre, ni madre, ni hermanos, y mi tío, mi tío me dijo que no le escribiera que ya me buscaría él cuando todo estuviera más tranquilo. Nunca supe nada más de él…”
Un día pregunté a mi padre quién se había muerto y me dijo que fue él, uno de tantos niños que llegaron a la Isla, niños ¿fueron niños…?.
3 comentarios:
Que bonito¡¡¡
Yo sólo escribo lo que personas coomo él, tirando de recuerdos, algunos muy amargos, me contaron algún día. Espero seguir recibiendo historias para poder transcribirlas. Gracias a ellos y a vosotros.
Alguien recuerda al sacerdote Antonio Guzmán que por los años 60 iba a decir misa a la Isla?
Yo soy sobrina suya y en ocasiones le acompañé. Era muy niña pero me impresionaba la pobreza reinante. Tan cerca de Sevilla y tan distinto todo.
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